Sapo

Ilustraciones: DALL-E*

En el año 2021, la crisis europea, el acoso de los paparazzi y lo inútil de su labor diplomática, hicieron que el príncipe decidiera convertirse en sapo.

Después de algún debate, el parlamento decidió financiar el proyecto, era el momento oportuno para enviar un mensaje al mundo acerca de su delantera en tecnología genética; el pueblo pudo deshacerse de un miembro de la familia real, carga al fin, y el consorcio encargado del proyecto recibió financiamiento oficial, con los que desarrolló las patentes que le permitieron iniciar el camino que ya todos conocemos. Todos fueron muy felices.

Y así, el mundo observó, algunos años después, la ceremonia en la cual, dentro de una caja de cristal con un castillo a escala, clima controlado, agua estancada, plantas y moscas gordas, el príncipe se presentó en su nueva forma. Sus saltones ojos, limitados a percibir el movimiento, no tuvieron dificultad en ver el remolino a su alrededor. Bendiciones, amenazas, apoyo, condena y sobre todo el deseo de compartir un poco de fama, hacían a la multitud moverse incesantemente. El príncipe salió de su pecera, dio dos saltos, se colocó en el podio frente a un micrófono y con una voz muy extraña y un inglés británico, forzó su garganta en un discurso.

— Gente de la tierra —dijo— hoy la humanidad demuestra que nada está fuera de su alcance, todas las formas, nuestras formas; todos los sueños, nuestros sueños. Lo que ha sido será de nuevo y lo imaginado es apenas un comienzo —en este punto aguardó un poco para recibir una ovación, no tanto por el mensaje, sino porque a la gente le emocionaba ver a un sapo hablando— no es solamente un batracio lo que está ante ustedes. No: es el nuevo camino de la humanidad, de la naturaleza, el desenlace lógico de esa chispa divina que nos dotó de vida el que con emoción les expresa sentirse halagado, y humildemente agradecido, de ser pionero de este importantísimo proyecto —aquí hizo una pequeña pausa para eructar como un sapo y, después de disculparse como un príncipe, continuó— confieso que extrañaré las estrellas, las siluetas de los árboles en días sin viento, las letras en los libros, la inmovilidad que sigue a los primeros besos. Sin embargo, en mi cabeza veo ya el movimiento de este nuevo amanecer, la carrera hacia un mundo mejor, y eso me hace hincharme de orgullo —hizo una pausa para tomar aire y efectivamente aumentó un poco su tamaño—. Vivimos el comienzo de nuestra etapa más gloriosa, hemos sido humanos y hemos sido materia, somos alma y pensamiento. Hoy, además, somos futuro. Muchas gracias y que Dios nos bendiga a todos.

Cumplida esta obligación regresó a la pecera, que fue transportada de vuelta al laboratorio, en dónde al no haber ya gran cosa que ofrecer a los científicos se dedicó a dar entrevistas y a practicar con su nuevo cuerpo jugando a la matatena.

Pasados algunos meses, el interés general se desvió, como siempre, a otros asuntos: millones de sapos de peluche y demás basura fueron guardados junto a otras modas pasadas. Exposiciones de motivos para la ley contra la discriminación, explotación y protección a derechos migratorios de anuros y otras familias hermanas, controversias acerca de la forma del aliento y la voluntad, coreografías virales, canciones pegajosas y películas de final feliz fueron olvidadas. Comenzó entonces un esfuerzo por ignorar que lo que es animal podía haber sido humano. De acuerdo con las teorías del más reciente nobel de economía, según explicadas en su best-seller: “Riqueza: amor y alma”, se decidió que lo mejor para el bien común sería transformar a las masas necesitadas en especies útiles a la ecología y la industria ganadera, engordar a los explotados del mundo para compartir con ellos, y hacerlos participar, en el nuevo renacimiento. Fue así como se vaciaron caseríos para resucitar ecosistemas.

El sapo, liberado de protagonismos, pudo emigrar a una isla en el Caribe, en dónde después de una ceremonia de escasa audiencia fue dejado en libertad. Cumplió entonces uno de sus sueños: se enterró en el barro a esperar tiempos mejores.

Después de algunos años de oscuridad y anhelos amorfos salió a la superficie. Casi sordo como era no se inquietó por el silencio. Se desprendió de su piel y, en un ritual no entorpecido por la inexperiencia, se la comió. Complementó su desayuno con algunas moscas y después buscó con las patas algo de su tamaño para hacer el amor. Dos piedras, un montón de hojas y un pedazo de estiércol. ¿Qué diferencia había con esas lindas inglesitas de piernas largas y tatuajes? Navegar con ellas, tomar un vaso de agua y uno de ron, el punto medio entre un cadáver y un ángel. Carne y alcohol. Deseo y mierda. Quizá si las cosas que hacemos no nos quitan el sueño es porque somos capaces de hacer cosas peores. Comió más moscas y poco a poco se acostumbró a disfrutarlas. ¿Y ahora qué? No tener hambre, dormir, no sentir dolor, como ser humano ni siquiera había sido capaz de sufrir las cosas correctas. Desde la orilla en la que estaba no percibía más que muy escasos movimientos. La naturaleza permanecía inactiva, “que coman pastel” pensaba de vez en cuando el sapo.

Epílogo

Pasó los veintinueve años que le quedaban debajo de un escalón, inflando el sapo, rumiando el tiempo, sin necesidad de creer en los lugares que ya no eran los que abandonó. Sin esperar que esos momentos felices con los que se detiene el pasado y se justifica el futuro fueran de hecho verdad. Un día una mosca le inyectó un montón de huevecillos bajo la piel, y después de una semana de gestación las larvas devoraron su cuerpo y se alejaron volando.

Autor: Jorge A. Pinedo


  • Dall-E es una inteligencia artificial capaz de generar imágenes basadas en descripciones. Por ejemplo: “dame una imagen fotorealista de un mono haciendo malabares en un monociclo durante el siglo XVII”.
  • Más información: https://www.craiyon.com/
  • Aquí algunas de las imágenes creadas para este post:
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